Nuestro Mar
El hombre subió a las cumbres nevadas de la Cordillera de los Andes; extendió su vista por sobre las llanuras hacia el Poniente, y a lo lejos contempló extasiado el inmenso Océano Pacífico, que prominente, bañaba nuestro sinuoso litoral. Cual “Principito”, maravillose con las incontables puestas de sol. Vio que el mar era bello, dadivoso y bueno, y se juramentó patrocinarlo, respetar y amar; por que seríamos uno con él; camaradas genuinos compartiendo un destino náutico.
“Chile” será tu nombre, y serás mi sustento, mi ruta y cobijo; y yo seré tu custodio protector. En tus dominios se fraguarán leyendas e historias, que estremecerán el alma humana; también actos heroícos que conmoverán al mundo.
Surcaré tus aguas en prominentes naves, que con hombres cabales dotaré; para custodiar y proteger el litoral. En sus mástiles flameará orgullosa tu bandera, simbolizando: la blancura de las cumbres nevadas, apuntando hacia la intensa bóveda azul; desde donde nos ilumina la estrella solitaria; mientras juramos verter nuestra roja sangre en defensa del sagrado patrimonio; “Mar de Chile”.
Fue así como, un lejano 21 de mayo de 1879, hace 136 años, una dotación heroica sucumbió defendiendo la supremacía de su norteño litoral. Iquique sería la sede del heroísmo, durante la guerra del Pacífico. El Capitán Arturo Prat Chacón, y su insigne tripulación serían sus héroes, en aquel desigual combate; donde se manifestó el coraje y el temple del marino chileno.
Al momento del combate, doscientos marineros tripulaban la Corbeta Esmeralda; de los cuáles 143 sucumbieron, y 57 fueron hechos prisioneros, luego de encarnizada lucha; que concluyó a las 12,10 horas, con el hundimiento de la memorable nave chilena, “La Esmeralda”.
En tiempos de paz, no fue menor la acción valiente y decidida de nuestros marinos, hace casi cinco décadas; un 15 de Agosto de 1965, en la sureña Caleta Lliuco – bahía San Pedro -, cuando estos heroicos hombres, resueltamente enfrentaron a la furia inusitada del mar, que destrozaba inmisericorde a la escampavía “Janequeo” y su intrépida tripulación; que luchaba denodadamente contra los elementos desatados en aquella tormenta huracanada; por preservar el patrimonio de nuestra Armada de Chile.
El patrullero “Leucotón”, yacía inmovilizado en el banco de arenas; en tanto su tripulación – en la playa -, consternada contemplaba como sus compañeros de armas luchaban por sus vidas; mientras el remolcador, lacerado, embestía una y otra vez la inclemente mole de la Roca Campanario; hasta encontrar el sosiego en el fondo del lecho marino; cuál sería su mausoleo.
Sin embargo, desde ese escenario, se alzarían grandiosas la figuras refulgentes de los “Héroes de la Paz”: Cabo Leopoldo Odger Flores y Marinero Mario Fuentealba Recabarren; sumandos a una tripulación mártir, compuesta por 52 marinos chilenos que entregaron sus vidas en cumplimiento de su deber; más 28 sobrevivientes que salvaron, luego de ardua y desigual discordia en los dominios de Neptuno; honrando así la vocación marinera y a nuestra Armada Nacional.
Episodios como éstos suman abundantemente en nuestra Marina; sin embargo, forma parte del destino voluntariamente aceptado; toda vez que corresponden a la acción ineludible de la coexistencia natural con tan grandioso compañero; el Mar
Es la diócesis de portentosos actos de intrepidez, de los cuáles da cuenta nuestra historia naval; enorgulleciendo a todo un país, que jamás olvida a sus héroes, que ofrendan sus vidas en beneficio de la Patria.
Fraternalmente, en este “Mes del Mar”, vaya para todos aquellos marinos de excepción, nuestro sincero homenaje y la solemne promesa de que jamás el frío olvido mancillará vuestro honorable recuerdo.
== ARDAUC ==
CARLOS R. CUADRA ACUÑA
RR.PP. “Contingente 59”
Santiago, Mayo de 2015