La vida a bordo en 1879

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esmeralda ¡Qué sucedía a bordo de los buques de guerra chilenos en los primeros meses de 1879? Averigüemos cómo se vivía y combatía en la Marina de Guerra de 1879.

Revista Nuestro Mar
Mayo 2006

¿Qué sucedía a bordo de los buques de guerra chilenos en los primeros meses del año 1879? ¿Qué ocurría en la corbeta “Esmeralda”? ¿Quiénes serán los tripulantes de uno de los más débiles buques de la escuadra chilena? Averigüemos cómo se vivía y combatía en la Marina de Guerra de 1879.

 

La “Esmeralda” era uno de los buques de menor valor combativo de la Armada en 1879. Con 23 años de servicio, las máquinas y calderas estaban en el límite de su vida útil.

Entre quienes tripularon la nave, se contaban los oficiales de guerra, hoy oficiales ejecutivos. Los entonces llamados oficiales mayores eran los ingenieros, los contadores o actuales oficiales de abastecimiento y el cirujano, todos provenientes de la vida civil.

Categorías

Otra categoría era la de los oficiales de mar. Estos eran los actuales sargentos de la Armada. En este grupo se encontraban las especialidades de condestables, contramaestres, veleros, carpinteros, herreros, calafates, maestres de víveres, despenseros y aprendices mecánicos. Ellos eran el cuerpo técnico en un buque de guerra, por tal razón, muchos iniciaron su carrera naval como marineros o grietes tanto en buques de guerra como mercantes. Otros venían directamente del mundo civil tras tener un oficio especializado. La marinería la constituían los cabos de mar, los marineros y los grumetes.

A bordo de la “Esmeralda”  y de los demás buques de la Armada de entonces, el personal de servicio provenía de la vida civil y se embarcaba como cocineros, mozos de cámara o pajes.

Los miembros de la Artillería de Marina, llamados hoy Infantes de Marina, desarrollaban funciones de orden y seguridad a bordo, guardia de bandera en el combate, fusileros, grupos de abordaje y desembarcos. El mismo cuerpo cubría además puestos en las fortificaciones costeras y se desempeñaban como guardias en la prisión de Valparaíso y en la colonia penal de Punta Arenas. En la “Esmeralda”, el subteniente Antonio Hurtado era el jefe de esa guarnición.

Comodidades

A bordo de la “Esmeralda” la vida no entregaba grandes comodidades. Tanto el comandante Prat como sus oficiales tenían camarotes estrechos cuyas puertas los comunicaban con la cámara, lugar donde se comía, conversaba y se compartían largas horas de navegación. Sin embargo, bajo esta cámara de oficiales estaban las máquinas, donde la vibración y el ruido producidos por el trabajo de la planta motriz no hacían agradable la estadía.

La marinería se concentraba en el entrepuente, gran espacio situado en el interior del buque, que era el comedor, dormitorio, y sala de estar de  la marinería y de la tropa de la guarnición.

La marinería se concentraba en el entrepuente, gran espacio situado en el interior del buque, que era el comedor, dormitorio y sala de estar de la marinería y de la tropa de la guarnición.

Respecto de la vestimenta usada por los miembros de la corbeta “Esmeralda”, ésta era indispensable como abrigo y además porque el uniforme entrega el sentimiento de pertenencia e identificación con la Armada de la República, por lo que varios de sus elementos forman parte de centenarias tradiciones. Para 1879, el uniforme en la Armada era ante todo funcional. Los oficiales vestían como tenida de diario la gorra, levita, chaleco y pantalón, todos de paño azul negro; prendas de adquisición personal, lo que era un problema, especialmente para los oficiales más jóvenes.

La marinería usaba una blusa llamada chompa y un pantalón de paño azul, además de un juego de igual forma y corte pero de color blanco. En la cabeza, la tradicional gorra de marinero con el nombre del buque en el cintillo, además del sombrero de palma de Guayaquil también con su respectiva cinta.

El personal de cámara empleaba una blusa y pantalón de paño sin galones ni insignias y no pertenecían aun escalafón regular.

Víveres
Si hablamos de víveres, para la escuadra chilena de 1879 el abastecimiento de éstos significó un gran esfuerzo, pues no sólo debían ser comprados, sino que también trasladados y conservados.

Los ingredientes ocupados en el menú naval eran carne, han, cacao, azúcar, cebollas, papas, sal, arroz, ají color, café, las durísimas galletas de marinero, charqui, porotos, harina, grasa, verduras frescas y secas y aguardiente. En cuanto al régimen de comidas, la primera, llamada almuerzo, comenzaba muy temprano, y se componía de galletas y chocolate caliente; luego la cena al mediodía, compuesta por platos, más o menos variados donde predominaban las legumbres con ají color, carne seca y en fin, lo que se podía disponer según las circunstancias. Después de esta merienda, café con galletas de marinero. La comida, al terminar el día se componía de preparados elaborados con arroz, harina, charqui y ají de color frita en grasa. Para combatir la temible enfermedad del escorbuto, vinagre, y para temperar el cuerpo, un poco de aguardiente. Para abastecer de carne fresca en las navegaciones largas se solían llevar animales vivos. Durante la guerra de 1879, la dificultad de abastecer la escuadra con víveres frescos hizo bajar la calidad de3 la alimentación, más no así en esmero y dedicación en su preparación.

Entrenamiento

Ideal para entrenar al máximo a la tripulación y para matar al tiempo en el tedioso bloqueo de Iquique, eran los ejercicios de artillería y tiro al blanco, combate individual y manejo del fusil, hachas, chuzos y sables de abordaje, maniobras veleras y toda una serie de destrezas. Un hecho casi desconocido es que en la escuadra, antes y durante la guerra, se mantuvo a bordo escuelas de primeras letras, donde los más aventajados enseñaban a leer y escribir, además del manejo de las principales operaciones aritméticas.

Sumado a lo anterior, la distracción contemplaba pequeñas fiestas, conocidas en la época como fandango, donde se cantaba y bailaba ayudando a levantar el ánimo de la marinería. Las faenas pesadas, como las maniobras veleras, levar anclas, izar la hélice o fregar la cubierta, eran amenizadas por la interpretación de algún instrumento música. Común fue también el aprendizaje de algunas artesanías marineras, como el tallado de dientes de cachalote, adornos con nudos y tatuajes.

La sociedad chilena del siglo XIX era mayoritariamente religiosa. Por ello gran parte de los combatientes que marcharon al norte lo hicieron con un escapulario. Los tripulantes de la “Esmeralda” no fueron la excepción y en Valparaíso recibieron el suyo de parte de las damas de la sociedad porteña.

Los oficios religiosos, ejecutados los domingos, generalmente consistían en oraciones y lecturas de pasajes bíblicos, pues no existían capellanes a bordo de todos los buques de la Armada.

 Los pormenores de la vida cotidiana muchas veces pasan desapercibidos. Esto es un esbozo que permite imaginarse cómo vivió aquel puñado de hombres que partió al norte en un buque viejo, pequeño e incómodo. Viejos contramaestres, jóvenes oficiales, marineros avezados en el arte naval  grumetes aún niños que correteaban por la cubierta y soldados de la Marina enrolados al pasar, lograron resistir casi cuatro horas de combate. ¿Qué llevó a esta tripulación a no rendirse, si las posibilidades de triunfar eran casi nulas? ¿Qué motivó a los extranjeros de la dotación a no pedir su desembarco, si Chile no era su tierra natal? Muchos se llevaron la respuesta al fondo del mar, pero fue precisamente esa resistencia la que convirtió a Iquique en el homérico combate que acabamos  de conmemorar.

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