Fue por 1760 que apareció el primer pirata chileno. Era un chango mestizo, hijo de pescadores, su madre lo había traído al mundo en una barca pesquera y se educó en el mar. |
Pedro Barahona De La Fuente Revista Mar Liga Marítima de Chile Fue por 1760 que apareció el primer pirata chileno. Era un chango mestizo, hijo de pescadores, su madre lo había traído al mundo en una barca pesquera y se educó en el mar. Era de tez canela, rostro ovalado con pómulos salientes y en su cara resaltaba su sonrisa de blancas perlas. A los 17 años, un inglés, Mr. Kirk, lo aceptó como su sirviente y lo embarcó con él cuando regresó a Inglaterra. Al pisar el barco, el Chango se propuso volver un día convertido en marino. Estando en Liverpool, una noche acompañó a su patrón a la Golden Eagle, famosa taberna del puerto. En las mesas se oían las conversaciones de los filibusteros en una atmósfera espesa de niebla y tabaco. Mr. Kirk le señaló una mesa al Chango con la orden de que lo esperara y él se fue a saludar a una especie de gigante que empuñaba su jarra de cerveza. Era un hombre de alta estatura y prominente espalda. Su azul mirada penetrante inspiraba respeto. Se produjo una discusión y el alcohol hizo perder la calma del filibustero, el que se puso de pie, aferró su mano a la garganta de Mr. Kirk como una garra y con la otra alzó el puñal. El Chango Moreno había seguido las conversaciones de su patrón y estaba atento a lo que ocurría en la mesa. Con un movimiento rápido, echó mano a su cintura, tomó su puñal y lo dirigió como un dardo a la mano del gigante. El arma quedó atravesada en esa garra. El hombre dio un alarido, perdió el equilibrio y se desplomó por el suelo. Hubo un momento de silencio y luego los filibusteros, que habían seguido el suceso, golpearon sus jarras sobre la mesa en señal de aprobación. Mr. Kirk, conmovido, se levantó de la mesa y acudió a abrazar al Chango Moreno. Has salvado mi vida le dijo- espero poder agradecer este gesto tuyo. Al día siguiente, el Chango le expresó su deseo de ser marino. El inglés lo llevó hasta el muelle donde estaba anclado el galeón Wolf Rock, cuyo capitán era su amigo, James Broock, un marino cuyo abuelo había navegado junto al famoso pirata Sir Francis Drake. Y el Chango Moreno quedó matriculado en la bitácora de las navegaciones. En la cubierta del galeón fue presentado al contramaestre que era un gigante, nada menos que el hombre que él había abatido aquella noche en el bar. Pero lo recibió sin rencor, simplemente le dijo: -Hombres como tú necesitamos a bordo-. Y le estrechó la mano. Al zarpar, el capitán se dirigió a su tripulación: Mi nombre es James Broock y, en nombre de la Reina de Inglaterra, navegaremos bajo la ley del corso. Los días que siguieron fueron de asaltos, luchas, sangre y saqueo de los barcos españoles. Pasaron los años. El Chango llegó a ser el contramaestre de ese barco, que fue uno de los tantos que impuso a los españoles el terror en el Caribe. Pero, sintiéndose viejo, quiso regresar a su puerto natal, Valparaíso. Era el tiempo que Chile estaba superando la etapa colonial, pero España deseaba recuperar el poder que había perdido. Los realistas presionaban a los criollos en las vías marítimas y se perdía la esperanza de comerciar libremente. Para combatir a los corsarios españoles, OHiggins publicó un bando autorizando el corso a las naves chilenas para enfrentar al enemigo. Allí llegó el Chango Moreno a obtener su patente de corso para luchar por la libertad de comercio. Al Norte de Valparaíso, se hallaba la fragata española Esperanza, de dos cubiertas y provista de 26 cañones. La población estaba atemorizada. Fue entonces cuando se hizo a la mar la goleta La Niña, comandada por el Chango Moreno: Por la desigualdad de condiciones, se sabía que era imposible vencer a la fragata Esperanza pero, el Chango no se atemorizaba. Había enfrentado varias veces, en el Caribe, a los buques españoles y quería tener la oportunidad de amedrentar a los invasores. Navegó hasta colocarse a barlovento del enemigo. La distancia de ataque no debía ser mayor a un cuarto de milla para ponerse al alcance de tiro de los cuatro cañones de la Niña. Se dispuso un bote para que llevara una luz que permitiera ubicar el mejor ángulo para atacar la nave española. Advertido de la maniobra, el capitán de la Esperanza ordenó de inmediato disparar una andanada sobre la cubierta de La Niña. La batería destruyó el palo mayor y, a la luz del fuego, se vio flamear, en el palo de trinquete el cuero de lobo que identificaba al Chango Moreno, como capitán de la nave. -Capitán- gritó el vigía de la nave española-, ¡es la nave del Chango Moreno! En La Niña se oyó la voz de mando del Chango: ¡Fuego! El certero disparo destruyó parte de la cubierta de La Esperanza, provocando el incendio de la nave. Ante el peligro que les amenazaba, el buque español inició la retirada perdiéndose en medio de niebla. En la nave del Chango se oyeron los ¡hurra!. Pero entonces, se pudo ver que la andanada del barco español había alcanzado al Chango Moreno, el que tras su orden de fuego, se había desplomado y estaba agonizante. Sin embargo, los tripulantes de la nave pudieron oír sus últimas palabras ¡Tenemos patria! El silencio cubrió la nave y las gaviotas aletearon sobre los mástiles. Desde aquel instante, la imagen del Chango Moreno, el primer pirata de Chile, se convirtió en leyenda. |