Las pioneras de la Marina chilena

Hechos Históricos
futuras_cadetes A fines de este mes, 44 cadetes mujeres e convertiran en las primeras aspirantes a ser oficiales de lìnea de la Armada.  

A fines de este mes, 44 cadetes mujeres se convertirán en las primeras aspirantes a ser oficiales de línea de la Armada. No sólo serán una generación pionera dentro de la Escuela Naval; también deberán demostrar que tienen las mismas capacidades para convertirse, algún día, en comandantes en jefe. "Tenemos que trabajar para abrirles el camino a las mujeres", sentencian.
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Por Magdalena Andrade N. Fotografía: Francisco Negroni.

La Presidenta Bachelet lo anunció con bombos y platillos en marzo del año pasado, durante la despedida del buque-escuela Esmeralda. A partir de enero de 2007, después de 189 años de hegemonía masculina, la Escuela Naval tendría por fin a mujeres ensayando nudos marineros en sus patios, levando anclas e izando velas en los distintos buques de la Armada chilena.

En una semana más, el 30 de enero, 44 reclutas femeninas iniciarán su formación como oficiales de línea. Antes, a lo máximo que podían aspirar era a ser "oficiales de servicio", título de quienes se integran como profesionales, y que no les permite tener cargos de mando. Ahora, en cambio, no sólo podrán acceder a todos los puestos del escalafón naval; también, algún día, podrán optar a ser comandantes en jefe de la institución.

Más de 250 jóvenes de entre 17 y 21 años respondieron a la convocatoria realizada en septiembre de 2006, y rindieron los exigentes exámenes físicos y de conocimientos. 44 fueron finalmente aceptadas, la mayoría provenientes de Viña, Valparaíso, Santiago y Concepción, recién salidas del colegio y con ganas de ser parte de una experiencia tan desconocida como desafiante.

"Éste es el sueño de muchas de nosotras desde chiquititas. Yo veía el trabajo de mi papá, que es marino, y le decía que algún día quería estar en la Escuela Naval. Siempre me contestaba no puedes, pero quizás algún día se dé la oportunidad", recuerda Daniela Arrué (19), una de las pioneras. Después de salir del colegio, en 2005, estudió un año ingeniería civil, pero cuando supo de la apertura de cupos femeninos en la Escuela Naval decidió postular. "Me dio mucha pena dejar la universidad por los lazos que uno forma, pero aquí en la Escuela espero desarrollar mi vocación. Tenemos que trabajar para abrirles el camino a las mujeres, desterrar el mito de que somos inferiores, porque somos capaces de aportar lo mismo o más que un hombre".

Una experiencia similar comparte Camila López (18), quien desde antes de salir del colegio quería seguir la carrera militar. "Empecé reservadamente a hacer averiguaciones sobre la carrera y no le conté a nadie hasta que postulé. Para mí, entrar a la Escuela Naval es una prueba, una forma de hacer algo distinto al camino tradicional de estudiar en la universidad. Muchas personas me han dicho que nunca me imaginaron aquí adentro, hay amigos que me dicen incluso pucha, que lata", comenta. Asegura que lo más difícil será cambiar su estilo de vida, que dentro de la escuela será estricto y disciplinado. "Pero estoy súper motivada. Quiero llegar a ser ingeniero naval y voy a hacer todo el esfuerzo para lograrlo".

Camila Ovalle (18), por su parte, tenía como meta convertirse en odontóloga. Dio la PSU y obtuvo un muy buen resultado, pero poniendo sus intereses en la balanza, optó por ingresar a la Escuela Naval. "Era mi opción y quería aprovecharla. No lo dudé ni un minuto; siempre quise seguir un camino en el que pudiera servir al país. Será súper difícil dejar a mi familia, pero es una etapa que pasará pronto", argumenta. "Creo que nuestra labor será dar un plus a la carrera en la Marina. Las mujeres hemos demostrado que podemos desarrollarnos bien en distintos ámbitos de la sociedad".

Sin regalías ni discriminación positiva

En la Escuela Naval sabían que recibir a las 44 nuevas cadetes sería un proceso mucho más complejo que acondicionar baños y dormitorios – o "entrepuentes", en lenguaje naval- para las alumnas. Aunque también les construyeron una enfermería y una peluquería, lo más importante era preparar a la comunidad naval sobre lo que significaría convivir y trabajar codo a codo con un contingente femenino.

Por eso, no sólo realizaron seminarios con otras armadas, como las de Perú, Argentina y Estados Unidos, que ya llevan años con equipos mixtos en sus filas y de quienes recogieron distintas experiencias. También se hicieron asesorar por la autora del best seller "Viva la diferencia", la sicóloga Pilar Sordo, quien les ilustró con su particular estilo sobre las diferencias entre hombres y mujeres, y cómo las féminas vendrían a complementar, y no a competir, con el trabajo masculino.

En términos prácticos, el trabajo será igual para hombres y mujeres, y sólo habrá dos divisiones en las que, por ahora, las alumnas no podrá participar: especializarse como infantes de marina y embarcarse en submarinos, ya que todavía se está trabajando en desarrollar la infraestructura que permita acoger a hombres y mujeres.Los dos primeros meses, al igual que los hombres, pasarán por un período de reclutamiento en el que no podrán ver a sus familias, y a los siete meses tendrán su primer viaje de instrucción. No habrá comidas especiales para ellas, sólo porciones más chicas con calorías acordes con su contextura física. Estarán repartidas en las mismas divisiones que los hombres y gozarán de sus mismos beneficios y restricciones.

Las cadetes están totalmente de acuerdo con esta actitud. "Si nos vamos a integrar, que sea de verdad. Si hay diferencias, no va a haber integración. Ésta se va a dar en la medida en que ambos seamos tratados de la misma forma. Si no, no tiene gracia", asegura Camila Ovalle.

También tienen claro que su tarea más dura durante el primer año será demostrar que se han ganado el lugar donde están. Comenta Daniela Arrué: "Hay muchos marinos, especialmente los antiguos, que no admiten mujeres en la Escuela, y no les cabe en la cabeza que vayamos a ingresar. ¿Cómo será el día en que una mujer tenga un rango mayor que un hombre? Pensar eso me da miedo, pero es un gran desafío".

El cadete Francisco Cozzi (18) entrará este año junto con las 44 reclutas femeninas. Él, que conoce el mundo naval de cerca a través de su padre, no tiene mayores reparos al ingreso de mujeres a la Marina, pero sí cree que a ellas les costará adaptarse al exigente mundo de la Armada. "He navegado mucho con mi papá y he visto cuánta presión y trabajo físico hay dentro de un barco… Pero espero que puedan adaptarse. La incorporación de las mujeres es un gesto de Chile hacia el futuro y de tener una armada más moderna".

Sus miedos: qué pasará con la maternidad

El equipo que instruirá a las nuevas alumnas está integrado sólo por superiores hombres. Para acompañarlas en este proceso, tendrán el apoyo de la Jefa de la Unidad de Apoyo Femenino, la teniente primera de Sanidad Dental Mariana Illanes, quien cree que las cadetes vienen bien paradas para enfrentar esta nueva experiencia. "Tienen las herramientas para enfrentarse a este mundo, sólo hay que reforzárselas. Son mujeres seguras, competitivas, que dicen lo que piensan. Lo único que no deben transar es su feminidad. Nadie intentará masculinizarlas. Se trabajará por respetar las diferencias, porque nadie puede negarlas".

Una preocupación que comparten tanto ella como las reclutas es el de la futura conciliación entre el trabajo y la familia. La carrera naval es un trabajo que demanda también la disposición para trasladarse a distintos puntos del país. "Uno de mis miedos es cómo nos vamos a desenvolver en la vida familiar. En el caso de los transbordos, es mucho más fácil que la señora acompañe al marido que al revés. Me da miedo que rompan matrimonios por eso, que me digan lo siento, pero no te puedo seguir", confiesa Daniela Arrué, "pero tengo la confianza de que la Armada podrá solucionar esta situación".

La teniente Illanes opina que la Armada será capaz de adaptarse a los futuros requerimientos femeninos, pero piensa que las cadetes tendrán que elegir bien con quién compartir su vida. "Quien quiera acompañarlas tiene que saber que a lo mejor le tocará un rol mucho más preponderante en la crianza de los hijos. Y la mujer que quiera ser mamá, en su momento no querrá embarcar, pero detrás de ella habrá diez más que aspirarán a ser comandantes de su buque".

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